terça-feira, 3 de agosto de 2010

La victória estratégica - Presentación

2 Agosto 2010

Foto: Roberto Chile

Alberto Alvariño, Fidel y Ktiuska Blanco. Foto: Roberto Chile

En las primeras filas los Comandantes, capitanes y soldados de la Sierra Maestra. Esperan como todos, conversando con los compañeros que ocupan los asientos cercanos, en el saloncito del Palacio de las Convenciones. La Heroína del Moncada, Melba Hernández, y Teté Puebla, hoy General de Brigada, son las mujeres en primera fila.

A Melba la saluda de primera, con un beso y un abrazo, y va poco a poco, dedicando a todos una frase cariñosa, un gesto alegre. A Fidel se le ve feliz en este reencuentro con sus compañeros de lucha de toda una vida: Ramirito, Guillermo, Furry, Polito, Espinosa, Efigenio, Quinta Solá, Lussón… Los va llamando por el nombre de pila, dándose de vez en cuando golpecitos en la frente como si cada rostro le devolviera antiguas imágenes a la memoria. “Organizando mis recuerdos”, dirá después, cuando hable de la intensa búsqueda documental que necesitó para escribir La victoria estratégica, el libro que presenta hoy ante sus “muchachos”, los que lo acompañaron en los primeros y en todos los combates, los que han vuelto a tener ahora 15, 20, 30 años. Como Teté Puebla, que tenía 16 años cuando comenzó a colaborar con Celia Sánchez. Pero de eso hablaremos al final.

Katiuska Blanco, la investigadora que tuvo a cargo de la edición de Por todos los caminos de la Sierra: La victoria estratégica, que es el título que aparece en la cubierta, inicia la presentación del libro. “Comenzó a escribirse realmente en la Sierra Maestra, de manera heroica, cuando eran 300 combatientes contra 10 000 soldados del Ejército de Batista. Aunque quienes enfrentaron inicialmente la Ofensiva eran menos; se fueron reorganizando después”, dice Katiuska, autora de Todo el tiempo de los cedros, sensible mapa de la familia Castro Ruz, publicado en el 2003.

Katiuska recuerda a Celia Sánchez, que recopiló cada papelito escrito en la Sierra Maestra, y después del Triunfo de la Revolución organizó un pequeño equipo que recorrió las montañas por donde habían pasado los rebeldes, para que investigaran en el terrero y tuvieran por guía la memoria de los protagonistas. Gracias a ese esfuerzo nació la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado que preservó los documentos, partes militares transmitidos por la emisora Radio Rebelde, los mensajes de los jefes guerrilleros y los testimonios de cientos de personas.

En estos se apoyó el Comandante en Jefe para rearmar minuciosamente los días de 1958, cuando el Ejército de la dictadura lanzó su ofensiva contra el Primer Frente Rebelde y la tenaz defensa de ese territorio por las fuerzas guerrilleras, en el firme de la Sierra Maestra.

Katiuska resume emocionada lo que cree perdurará de este esfuerzo editorial: “Fidel, histórico líder de la Revolución cubana, con su sello peculiar de guerrillero escritor, con un estilo literario ágil y fresco -que podríamos definir de una sencillez hemingweyana por el perfeccionismo de la búsqueda del mejor vocablo, la limpieza del lenguaje y la profundidad y simbolismo de las ideas expresadas-, devela para el futuro las claves del triunfo de unos pocos combatientes contra todo un Ejército, armado y equipado hasta la desmesura.”

EN EL DÍA DEL TRABAJADOR GRÁFICO

Por puro misterio del azar, el libro se presenta justo el Día del Trabajador Gráfico, el 2 de agosto. Y no es cualquier edición, sino una que marca un antes y un después de la técnica poligráfica en Cuba. Alberto Alvariño Atiénzar, vicejefe del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, asegura que “por su volumen y complejidad, La victoria estratégica es de lo más relevante que ha realizado la industria editorial y las artes gráficas del país”.

Es este un libro voluminoso de 896 páginas, cosido a máquina, con una impresión de cubierta que tiene un tratamiento combinado de barniz ultravioleta, brillo mate, con estampado y relieve, “una técnica de la más moderna y universal en las artes gráficas, que enaltece a nuestros trabajadores, particularmente a la imprenta ‘Federico Engels’ y Durero Caribe, con el apoyo de la Imprenta ‘Alejo Carpentier’”.

Buena parte de los especialistas y obreros de estas instituciones que trabajaron en la impresión de la obra, así como diseñadores y editores, integran el auditorio que asiste a la presentación del libro en la sala del Palacio de las Convenciones. Están también Elián González y sus dos hemanitos; su padre Juan Miguel y Nersy.

Alvariño comenta que en este momento están en proceso de producción los primeros 10 000 ejemplares, de ellos 3 500 se encuentran en fase de terminación. Proseguirán trabajando en unos 50 000 libros, para tenerlos en manos de la población lo antes posible.

Realizados por el Grupo Creativo del Comité Central del Partido, el diseño y la edición son exquisitos. La victoria estratégica tiene un diseño sobrio, elegante, con amplios márgenes, una tipografía legible y múltiples fotos y manuscritos de la época, los cuales conservan los colores degradados por el tiempo, que el lector disfrutará como si tuviera en sus manos los documentos originales. Tiene además mapas -entre ellos un croquis dibujado por el Comandante en Jefe, al final de un mensaje al capitán guerrillero Ramón Paz- e ilustraciones de los terrenos, reproducidos con rigor cartográfico e histórico, comprensible para un público no especializado.

Las situaciones de las tácticas militares se animaron gráficamente con los armamentos y simbologías que permiten ubicarse fácilmente en el lugar, sin ser un especialista, y cierra el pliego de imágenes con los armamentos empleados en la guerra, muchos de ellos reconstruidos a partir de fotos de la época.

En fin, una joya.

LOS RECUERDOS SE VAN ORGANIZANDO

Sorprendido por la belleza del libro y emocionado por los recuerdos. “Es algo especial que uno siente al recordar todo aquello”. Ese fue su primer comentario. Luego el acierto de escoger para la portada, no una foto, sino ese mapa hecho por él en los históricos días de enfrentamiento a la Ofensiva del Ejército de Batista en agosto de 1958: “ahí está todo, el Turquino, (el alto de) Joaquín, La Jeringa, la tiendecita…” precisa y recuerda cómo le gustaban esos sitios, especialmente el Turquino y Joaquín, “porque había fresco que después se volvía frío…”

“Para mí no resultó muy difícil con todo el trabajo que habían hecho ellos durante varios meses”, comenta Fidel refiriéndose a Katiuska y el equipo de la Oficina de Asuntos Históricos, “que todavía están desempolvando papeles, un montón de papeles”, y pide que le traigan una muestra de lo que ha estado revisando en los días previos a este encuentro para… otro libro en preparación. Le alcanzan una verdadera montaña de expedientes que pone sobre la mesa, los ojea y mientras estos vuelven a su lugar, dice, mirando al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés que asiente con la cabeza: “Los recuerdos se van organizando”.

Habla luego de la Introducción y la Autobiografía, como las partes a las que dedicó su mayor esfuerzo en la etapa final, pero insiste en destacar el trabajo colectivo en la localización de fotos, mapas, mensajes, datos generales.

Después entra directamente en el contenido del libro, en el que trabajó duramente desde junio de 2009. Se centra en la importancia del último parte de la Ofensiva, emitido por Radio Rebelde el 7 de agosto de 1958, y que aparece reseñado en el capítulo 25 “El balance final de la batalla”. Katiuska le indica la página que está buscando, la 701, y escuchamos:

Fue una victoria rotunda de nuestras fuerzas guerrilleras.

Con la retirada de la últimas unidades del Ejército de la tiranía de Las Mercedes quedó derrotada de forma aplastante y definitiva la gran ofensiva enemiga contra el territorio rebelde del Primer Frente de la Sierra Maestra, durante la cual el mando militar de la dictadura lanzó sus más poderosos recursos en un intento final por destruir el núcleo central guerrillero.

El valor, la tenacidad, el heroísmo y la capacidad de los combatientes rebeldes en la férrea y organizada defensa de las posiciones, y la aplicación contundente de todas las formas tácticas de acción de la guerrilla, desbarataron la ofensiva en 74 días de incesante e intenso batallar.

Dentro de esa brillante actuación de todos nuestros combatientes, contribuyeron en particular a este desenlace victorioso, un grupo de aguerridos y eficientes capitanes que actuaron en la primera línea de combate, con inteligencia y coraje, al frente de sus hombres.

En este balance final es obligado destacar, en primer lugar, al Che y Camilo, quienes cumplieron cabalmente con su papel de ser mis principales lugartenientes en diferentes momentos, así como a Andrés Cuevas, Ramón Paz, Daniel, Angelito Verdecia, Ramiro Valdés, Guillermo García, Lalo Sardiñas y Pinares, entre otros.

Como escribí en el parte leído por Radio Rebelde el 7 de agosto, apenas al día siguiente de concluida la Batalla de Las Mercedes:

La ofensiva ha sido liquidada. El más grande esfuerzo militar que se haya realizado en nuestra historia Republicana, concluyó en el más espantoso desastre que pudo imaginarse el soberbio Dictador, cuyas tropas en plena fuga, después de mes y medio [de] derrota en derrota, están señalando los días finales de su régimen odioso. La Sierra Maestra está ya totalmente libre de fuerzas enemigas.

En ese punto detiene la lectura y recuerda un nombre. Pregunta por el Teniente Puertas y le responden que murió hace unos cuatro años. Se le advierte el gesto contrariado de un lamento que no pronuncia, pero que está en el espíritu de sus palabras.

Todo el tiempo hablará de los combatientes por sus nombres, recordará con emoción el valor, el arrojo, la manera en que fueron alcanzando la categoría de héroes aquellos muchachos sencillos crecidos en el combate, como el Vaquerito, que ganó su nombre por las botas y el sombrerito que usaba y llegó a ser el legendario jefe del Pelotón Suicida, tan decisivo en la victoria de la Batalla de Santa Clara.

LA VERDAD SIEMPRE

El espíritu humanitario y la vocación justiciera de la Revolución cubana no es un hecho reciente, sino una esencia. El Ejército Rebelde atendía y curaba a sus prisioneros, a tal punto que alguna vez Fidel pensó que muchos de aquellos soldados integrarían el nuevo ejército tras la victoria, solo que ya para entonces había una masa nueva y pura, salida del pueblo, que se uniría a las filas de lo que serían las Fuerzas Armadas Revolucionarias: “La vida, al fin, desbordaba nuestras predicciones y sueños”, sentencia.

En esa misma línea de razonamientos, anuncia otro libro en preparación que da continuidad a éste en el sentido de que narra “la contraofensiva estratégica final del Ejército Rebelde”, un regalo enorme para él por todo lo que tiene que ver y recordar.

Se refiere a los Partes de Guerra de Radio Rebelde y enfatiza que el arma principal del Ejército Rebelde fue siempre la verdad. Lee uno de estos Partes, el del 17 de octubre de 1958, después de lo que él llamó un revés táctico. Desde sus primeros párrafos estremece la sala donde nos encontramos:

Un revés táctico puede ocurrir a cualquier unidad en una guerra, porque el curso de la misma no tiene que ser necesariamente una cadena ininterrumpida de victorias contra un enemigo que ha contado siempre con ventajas de armamentos y recursos bélicos que ha llevado sin embargo la peor parte en esta contienda.

Consideramos un deber del mando de nuestro ejército informar de cualquier vicisitud que pueda ocurrir a cualquiera de nuestras fuerzas en operaciones por cuanto entendemos como norma moral y militar de nuestro movimiento que no es correcto ocultar los reveses al pueblo ni a los combatientes.

Los reveses hay que publicarlos también, porque de ellos se derivan lecciones útiles; para que los errores que cometa una unidad no los cometan otras, para que el descuido en que pueda incurrir un oficial revolucionario no se repita en otros oficiales. Porque en la guerra las deficiencias no se superan ocultándolas y engañando a los soldados, sino divulgándolas, alertando siempre a todos los mandos, exigiendo nuevos y redoblados cuidados en el planeamiento y ejecución de los movimientos y acciones.

“Nosotros solo decíamos la verdad. Si poníamos un fusil de más, engañábamos a nuestros propios compañeros. Decir la verdad fue un principio elemental que nunca falló”, añade Fidel.

El Parte detalla cómo una columna rebelde cayó en una emboscada y fue masacrada posteriormente sin piedad por un sargento de la tiranía batistiana que allí ganó el título de “carnicero”.

“¿Quién entrenó a ese ejército de torturadores, quién le suministró las armas, los tanques, los aviones, las fragatas, quién los enseñó a matar prisioneros y a torturarlos? El imperio, el gobierno de los Estados Unidos, ese mismo que ahora tortura a Gerardo (Hernández) sin justificación alguna, ¿por qué?, ¿hasta cuándo va a durar eso?”, se pregunta Fidel.

Cierra así un análisis que enlaza las historia de hace medio siglo con la actual en el permanente y nunca abandonado propósito imperial de someter a la nación cubana, sin reparar en métodos por repugnantes y cobardes que puedan resultar.

Marta Rojas, periodista y escritora, testigo del Juicio del Moncada, recuerda que hace 57 años, un primero de agosto, ella escuchó la voz de Fidel en una emisora local de Santiago de Cuba. Acababa de ser capturado por el teniente Sarría, que lo condujo al vivac de Santiago de Cuba. ¿Pensó en la metodología que lo llevaría después a la lucha clandestina, a México, al Granma, a la Sierra?, pregunta Marta. “No”, responde Fidel. “Estaba muerto ya casi”, aludiendo al hecho de que no pensaba que podría sobrevivir después de la captura.

Los historiadores Francisca López y Rolando Rodríguez indagan por la ideología del líder del Asalto al Moncada. “Tuve el privilegio de estudiar; y estudiando me convertí en marxista, leninista y martiano… Éramos marxistas-leninistas radicales y estudiábamos el marxismo. Pero por una cuestión táctica no lo decíamos. Usted no va tomar una fortaleza lanzándose de cabeza para chocar contra ella. Usted da la vuelta, la rodea…”

Termina el diálogo, y una inolvidable fila de jefes y soldados del Ejército Rebelde espera para que él les firme el libro. No alcanzamos a escuchar lo que él les dice, pero está indudablemente feliz. Se ríe por momentos como un niño.

Teté Puebla sale con su libro de la fila, tiene lágrimas en los ojos. Lo acaricia. Ha descubierto un pasaje donde Fidel la menciona: “La mensajera a la que hacía referencia el Che resultó ser Teté Puebla, eficaz colaboradora de Celia, quien tuvo una participación destacada en este episodio (se refiere a la entrega de los prisioneros tomados en la batalla de El Jigüe) y más adelante sería la segunda jefa del pelotón femenino Marina Grajales”.

“Yo tenía 16 años, una muchachita. No querían darme tareas serias”, le comenta Teté a un compañero. “Y mira a la muchachita aquí…¿Quién me hubiera dicho que iba a volver a vivir mis 16 años?”

Combatientes del Ejército Rebelde que asistieron a la presentación del libro La victoria estratégica

  • Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez
  • Comandante de la Revolución Guillermo García Frías
  • General Cuerpo Ejército Abelardo Colomé Ibarra
  • General Cuerpo Ejército Leopoldo Cintras Frías
  • General Cuerpo Ejército Ramón Espinosa Martín
  • General Cuerpo Ejército Joaquín Quinta Solá
  • General de División Efigenio Ameijeiras Delgado
  • General de División Antonio Enrique Lussón
  • General de División Ramón Pardo Guerra
  • General de División Romárico Sotomayor
  • General de Brigada Delsa Esther Puebla
  • General de Brigada (R) Raúl Castro Mercader
  • General de Brigada (R) Luis Alfonso Zayas
  • General de Brigada (R) Reinaldo Mora
  • General de Brigada (R) Harry Villegas
  • General de Brigada (R) Rolando Kindelán
  • Coronel (R) Orlando Pupo Peña
  • Coronel (R) Orestes Guerra
  • Coronel (R) José R. Silva Berroa

PARTE MILITAR QUE SE INCLUIRÁ EN UN SEGUNDO VOLUMEN DE LAS MEMORIAS DE FIDEL

RADIO REBELDE: Octubre 17 de 1958

LA SITUACIÓN MILITAR

Hemos recibido hoy de la Comandancia General el siguiente parte de guerra: “La columna Nº 11, al mando del capitán Jaime Vega, sufrió un serio revés en su zona de operaciones en la provincia de Camagüey.

Sobre este hecho ocurrido hace más de dos semanas no habíamos ofrecido información alguna en espera de las investigaciones y los datos exactos que fueron ordenados al respecto. Un revés táctico puede ocurrir a cualquier unidad en una guerra, porque el curso de la misma no tiene que ser necesariamente una cadena ininterrumpida de victorias contra un enemigo que ha contado siempre con ventajas de armamentos y recursos bélicos que ha llevado sin embargo la peor parte en esta contienda.

Consideramos un deber del mando de nuestro ejército informar de cualquier vicisitud que pueda ocurrir a cualquiera de nuestras fuerzas en operaciones por cuanto entendemos como norma moral y militar de nuestro movimiento que no es correcto ocultar los reveses al pueblo ni a los combatientes.

Los reveses hay que publicarlos también, porque de ellos se derivan lecciones útiles; para que los errores que cometa una unidad no los cometan otras, para que el descuido en que pueda incurrir un oficial revolucionario no se repita en otros oficiales. Porque en la guerra las deficiencias no se superan ocultándolas y engañando a los soldados, sino divulgándolas, alertando siempre a todos los mandos, exigiendo nuevos y redoblados cuidados en el planeamiento y ejecución de los movimientos y acciones.

Pero en este caso, además, la acción fue caracterizada por hechos posteriores que el pueblo debe conocer cabalmente que atañen muy seriamente al destino de las fuerzas armadas de la República y que de continuarse repitiendo pueden tener consecuencias muy graves para el futuro de esos institutos.

Nosotros hemos proclamado muchas veces que no estamos en guerra contra las fuerzas armadas sino contra la tiranía. Pero la actuación y la corresponsabilización de los oficiales, clases y soldados del ejército principalmente, con ciertos actos de inaudita barbarie puede llegar a un grado tal, que ningún militar hoy en activo tenga justificación para sentirse ajeno de culpa con los hechos que están ocurriendo desde que la ambición desmedida de un dictadorzuelo sin escrúpulos y la traición de unos cuantos oficiales el diez de marzo de mil novecientos cincuenta y dos, condujo al ejército al rol antidemocrático, inconstitucional e indigno que está desempeñando.

Los hechos a que me refiero ocurrieron así: El Capitán Jaime Vega descuidando las medidas tácticas de seguridad contenidas en las instrucciones precisas recibidas y que deben tomarse siempre en territorios dominados por el enemigo, avanzaban en camiones la noche del 27 al 28 de Septiembre por un terraplén que conduce del Central Francisco al Central Macareño al sur de la provincia de Camagüey.

La compañía 97 de las fuerzas de la Dictadura, emboscadas en el terraplén abrieron fuego por sorpresa sobre la columna a las dos de la madrugada del día 28 apoyados con barraje de ametralladoras pesadas. Las descargas cerradas del enemigo contra los vehículos ocasionaron a la Columna, 18 muertos cayendo prisioneros once de los heridos que no pudieron ser recuperados en medio de la noche bajo el fuego de las ametralladoras enemigas emplazadas en posiciones ventajosas. Los prisioneros heridos rebeldes fueron llevados al hospital de Macareño, siendo atendidos por el médico de ese lugar y dos médicos que mandó a buscar a Santa Cruz del Sur el Teniente Suárez, Jefe de la Compañía 97. Al día siguiente llegó en un avión el coronel Leopoldo Pérez Coujil y poco después arribaron en un automóvil el teniente coronel Suárez Souquet, el Comandante Domingo Piñeiro y el Sargento Lorenzo Otaño de su guardia personal.

El coronel Pérez Coujil, le obsequió a la compañía con $ 1, 000.00, en efectivo que se distribuyeron entre los soldados.

Después lo primero que hizo fue golpear en el rostro a uno de los prisioneros heridos. Una vez que los hubo interrogado dio instrucciones al Teniente Coronel Souquet de que había que matar a todos los heridos. Este último, designó al comandante Piñeiro para que simulando un combate, al trasladar a los heridos para Santa Cruz del Sur, los ultimara en el camino.

Prepararon camiones con colchones donde los colocaron y partieron con ellos. Después de caminar algunos kilómetros empezaron ellos mismos a tirar mientras el comandante Piñeiro gritaba: “Nos están atacando los rebeldes”, en cuya oportunidad el sargento Otaño lanzó dos granadas de mano en los camiones donde iban los heridos, los que a su vez creyendo que realmente eran sus compañeros decían: “compañeros, somos nosotros que estamos heridos, no disparen”. El sargento Otaño subió a los camiones y con un fusil -ametrallador- fue ultimando a los que estaban agonizando; algunos habían perdido los brazos por efecto de las granadas, otros la cabeza y en el interior del camión no quedó más que un amasijo de carne y sangre humana. Al sargento Otaño desde entonces, los propios soldados lo apodan “el carnicero”. Después colocaron los restos en un camión y los llevaron para Santa Cruz del Sur donde abrieron una fosa y los enterraron.

La narración de estos hechos por sí sola es suficiente para indignar al más insensible. Pero sobre ningún ciudadano puede producir los mismos efectos que sobre los médicos rebeldes que curaron a más de cien soldados prisioneros heridos en los días de la ofensiva contra la Sierra Maestra, sobre nuestros combatientes que los transportaron en hombros y camillas, desde los campos de batalla a los hospitales a muchas millas de distancia. Tal vez entre esos heridos rebeldes asesinados se encontrasen algunos de los compañeros que durante la batalla del Jigüe transportaron enemigos heridos desde la línea de fuego a los sitios donde recibieron la primera atención en horas de la noche, escarpando las farallas casi inaccesibles. Esos heridos asesinados en Camagüey, vieron desfilar ante sus ojos en la Sierra Maestra los 442 soldados de la tiranía entregados a la Cruz Roja Internacional y Cubana y compartieron con ellos sus medicinas y alimentos.

La falta de reciprocidad no puede ser más repugnante y cobarde, no es éste un caso aislado por parte de un oficial o una tropa determinada, es una costumbre generalizada en todo el ejército hasta un grado que produce asco.

Cuando el ataque al Moncada, asesinaron a los prisioneros; cuando el Goicuría, asesinaron a los prisioneros; cuando el desembarco del Granma, asesinaron a los prisioneros; cuando el asalto a Palacio, asesinaron a los prisioneros; cuando el desembarco de Calixto Sánchez, asesinaron a los prisioneros; cuando la sublevación de Cienfuegos, asesinaron a los prisioneros. Pero en todos aquellos casos el ejército podía tener todavía alguna esperanza de conservar el poder, era fuerte, no había sufrido derrotas sustanciales, podía pensar que sus crímenes iban a permanecer impunes, ante la impotencia de un pueblo desarmado. Lo sucedido en Camagüey, sin embargo es doblemente indignante y absurdo, primero porque todavía está fresca en la memoria de la ciudadanía los cientos de sus soldados que fueron devueltos a la Cruz Roja por los rebeldes, sanos y salvos y segundo, porque los soldados de la tiranía están perdiendo la guerra, han sido vencidos en numerosas batallas, pierden cada día más terreno, retroceden en todas partes.

Están perdiendo la guerra, y sin embargo, asesinan a los pocos heridos prisioneros que caen en sus manos del ejército que está venciendo. Por ese mismo territorio de Camagüey, marcharon victoriosas e incontenibles las columnas Nº 2 y Nº 8 de los Comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara, sin que pudieran detener su paso las numerosas fuerzas que lanzó contra ellos la dictadura. La vanguardia invasora ha penetrado ya más de cincuenta kilómetros en el territorio de Las Villas.

¿Qué sentido político o militar puede tener ese alevoso asesinato de los rebeldes heridos, sino lanzar sobre las fuerzas armadas, harto desprestigiadas ya, una mancha de sangre que muchas veces recordará la Historia como una vergüenza infinita para cualquier soldado que hoy viste el uniforme infame y deshonrado del que no puede volver a llamarse jamás “Ejército de la República”. Este hecho será denunciado ante la Cruz Roja Internacional y demandaremos el envío de delegados, de la misma para investigar lo sucedido y será dirigida también una carta abierta a las fuerzas armadas, haciéndoles ver la responsabilidad que están echando sobre sus hombros. En poder nuestro están, además, numerosos soldados prisioneros, un Teniente Coronel, para mayor paradoja herido y siendo atendido en un hospital nuestro, un comandante y dos capitanes.

Constituye una cobardía infinita y una ausencia total de compañerismo, la conducta del coronel Leopoldo Pérez Coujil, el Teniente Coronel Suárez Souquet, el Comandante Triana y demás miserables asesinos, olvidarse de esos compañeros suyos que están aquí, prisioneros de nosotros, sin otras garantías para sus vidas que la calma y la serenidad que hay que tener frente a estos hechos vandálicos, el sentido humano y justiciero de la guerra que estamos librando, el ideal de lucha que nos inspira y el concepto verdadero que tenemos del Honor Militar. No crean ninguno de los responsables de tales actos que tendrán escapatoria. No los salvará siquiera un viraje del ejército a última hora, porque una de las condiciones que hemos puesto y mantendremos firmemente ante cualquier golpe de Estado es la entrega inmediata de los criminales de guerra y de todos los militares y políticos que se hayan enriquecido con la sangre y el dolor del Pueblo, desde Batista hasta el último torturador.

De lo contrario tendrán que seguir afrontando la guerra hasta su total destrucción, porque la Revolución no podrán obstruccionarla lo más mínimo ni la asquerosa farsa que se prepara para el próximo 3 de Noviembre, ni el golpe de Estado que no venga precedido por las condiciones que establece el Movimiento “26 de Julio” y mediante acuerdo previo.

Los que han sembrado vientos recogerán tempestades. Nadie duda ya que las decadentes y desmoralizadas fuerzas de la tiranía no podrán contener el empuje victorioso del pueblo.

Para eso tendrían que vencer primero a cada una de las columnas que ya están operando sólidamente en cuatro provincias y después tomar en la Sierra Maestra hasta la última trinchera en la cúspide del Pico Turquino defendida por el último soldado rebelde y el ejército de Batista ha demostrado ya suficientemente que es incapaz de hacerlo.

A la Comandancia General ha llegado un informe extenso de la Columna Invasora Nº. 2 Antonio Maceo, que después de atravesar victoriosamente la provincia de Camagüey ha penetrado en el territorio de Las Villas. Dicho informe, que contiene la narración detallada de una extraordinaria proeza militar, será leída, por Radio Rebelde y el pueblo tendrá oportunidad de conocer uno de los episodios más emocionantes con los que se está escribiendo la historia viva de la Patria.

Fidel Castro
Comandante Jefe.

extraído de CubaDebate